"Is all full of love?", le pregunté a muchos, y después exponía al mundo frases propias y
prestadas al respecto. Hubo quien contestó y también quien guardó silencio. Me senté y
reconocí a quienes hablaban pero sólo eché raíces en los sueños de los que verdaderamente se desdoblan en las charlas.
Junté muchos costales de palabras. Las empuñaba mientras caminábamos por horas, o
simplemente, se desbordaban y llegaban a mi boca como espuma de cerveza oscura o como
café en manos de una taza despistada. Muchas de ellas aun
cuelgan de mis oídos como racimos jugosos. Me susurran todo el tiempo. Hoy, por ejemplo, imitan a mi madre mostrándome que
no sólo soy hija, sino que soy Christiane. Otras a unos cuijos quienes comparten que uno puede medir los
espacios de su vida sin flexómetros, sólo con bracitos que cuentan metros, cuartas que calibran en
decímetros y abrazos que estiman tiempos, salas y vidas.
Guardo ahí también a
una hermana hecha de morado. Ella sale diario y me toma de la mano, me ayuda a ponerle
rostro a los viajes, sabores a la música, rojo a las salas, mundo a los colores
y tiempo a la paciencia; aun no logra que corra una hora diario, pero sigue intentando. A mí, siempre me falta tiempo, quizá a ella también,
pero Morado, invariablemente, sabe esperar a que éste vuelva a sus manos. Yo
aun no, y desespero. Afortunadamente, tengo tres voces hermanas -siamesas, a veces- que me ayudan en mis tentativas de llevar mejor mis pasos. Me ven
llorar, me escuchan reír y me observan hacer las dos maniobras casi al mismo tiempo.
Ellas me ven dormir, despertar, correr, caer, comer manzanas y pasto. Curan mis
rodillas raspadas y mis resacas eventuales. Miran mis ojos y nadan ahí como si
fuera un mar suyo –porque lo es- escuchan mis gritos más desesperados desde lejos y suben
escaleras infinitas sólo para acompañarme en la aventura. Ellos también mudan mis letras, mis
sonidos y mi ropa; acomodan mis sueños y mi cama a la luz
de la ventana, luego, se recuestan en ellos para entenderlos entre almohadas.
Esos bultos traen también voces de peregrinares sorpresivos, de abuelas
jarochas que nos cocinan en barro, de pequeños con las manos bien abiertas
intentando distinguir el sabor de los colores de un mercado. Cargan en mi espalda murmullos de un mundo que, antes de cerrar, @gerakuti compartió conmigo
haciendo que mis ojos se quedaran en sus notas, en su café por la mañana, en
San Cristóbal y sus casas.
Estos mismos sacos acarrean, de igual forma, las voces que se reconocen por el
tiempo, las que echaron raíces de antaño, esas que te ven crecer y decir frases
rebuscadas que fracasan en pretensiones eruditas. Versos que son blandos porque te falta vida para
hablar de cosas que aprendes a la mala. Esas mismas que te untas y te alistan para cantar "Disco 2000".
Atraparon igualmente algunas frases casi de mí, de ti y de
nosotros, que a veces ansío que sean sólo para mí. Versos que sustituyo por
ausencias y que me llegan como viento fresco cuando estoy a punto de buscarte
hasta el final del mundo, el tuyo. Esos que me detienen el corazón un poquito, así como
cuando te abrazo fuerte, de frente y de puntitas.
En fin, así pues, después de tanto camino andado con algunos pasos tan cargados, creo
que está demás decir que la respuesta al titubeo que hoy pretende caminar se reduce a lo siguiente:
Ey! Qué lindo texto; un lujo y un honor encontrarme entre todos ellos y saberte imprescindible en mis viajes... un lujo y un honor haberte conocido. Te quiero "miamor"!! Felices 30 vueltas al sol!!
ResponderEliminarAhhh muy bonito, y otra vez muchas felicidades.!!
ResponderEliminarFelices 30 vueltas al sol??? jajajaja
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